Pero amanece otro día en esta ciudad caótica, llena de ruidos, olores, sabores, colores, que te enloquece los sentidos y hasta te hace mantenerte despierto sólo gracias al inconsciente ese que te obliga a respirar:

De nuevo despedimos el día cerca del mar, viendo primero la ciudad desde el agua, y luego, el agua desde la ciudad, acariciada y embebida por el sol y su, aquí inmensa, luz.


De nuevo de camino, absorvemos todo lo que nos tropezamos, con la sed que traemos unos cocos no vendrían nada mal ahora ... de la que paramos, vemos esas vacas con "joroba" que no habíamos visto antes nunca... bueno,


Pues sí, es un cementerio. Pero no como los conocemos nosotros, no, aquí entierran a los suyos junto a casa, en el huerto, y señalan el lugar de esta manera. No es tan tétrico como puede sonarnos, en realidad ellos tienen cerca a los suyos siempre, así lo entienden, y visto así, pues es exactamente lo contrario a tétrico, es hermoso.

Tras casi comprar pescado, pero quedarnos en el casi , Marya nos presenta a sus hermanas y nos invitan a comer con ellas, un fantático arroz con calamar ....







Ellos regresan a su casa bordeando la orilla del mar, tras una dura jornada recolectando algas.

Allí nos esperan las mejores puestas de sol del mundo. Dejando que los sonidos africanos se cuelen en nuestros oídos al tiempo que las suaves olas del mar, haremos mil y una fotos a esa inmersión del sol. De muestra traeremos ésta: las mejores nos las llevaremos en el corazón.

Cuando ya crees haberlo visto todo, justo cuando estás esperando ese avión que te llevará de nuevo a tu vida normal, miras:

Así es Unguja. Masais, colores, aviones y oscuridad iluminada. Ellos contemplan el progreso sin curiosidad alguna, y tú estás también contemplándoles a ellos con toda la curiosidad del mundo, desde la distancia que te proporciona el saber que cogerás el próximo avión. Por eso tú eres parte de Unguja.
Glauka